En el armario no hay lugar para dos monstruos

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Escrito con un lenguaje sencillo, coloquial, capaz de crear imágenes poderosas por vía de la paradoja, este libro es una jaula de papel que encierra lúcidos monólogos interiores, aunque el poeta sabe que entre sus barrotes habita el bifronte animal de la demencia —siempre agazapada y expectante— ese organismo de sombras en cuyos ojos están tatuadas las cosas comunes que pasamos por alto y sobreviven al tiempo, al dolor, la enfermedad, al desencuentro y al olvido, pero nunca a la escritura. Porque un relámpago es signo de interrogación, el autor nos revela su respuesta: “Quisiera se como esos árboles y no quedarme quieto, mirando, sin saber qué pasa”. La poesía es el armario que habita Ricardo Arenas, y la locura —bestia gemela de la lucidez— lo acecha con soliloquios, metáforas, lluvia, insomnios, giros verbales y caminatas que emergen invictos de las señales talladas en cada poema. En estos versos lo monstruoso es lo cotidiano y doméstico, cualquier objeto, ciertas presencias animales y vegetales, así como el universo familiar que en cada mínimo acto muestra sus afilados colmillos que a la menor provocación —cualquier gesto, hábito o costumbre— está dispuesto a hundirlos salvajemente en el corazón del poeta hasta exprimir su última gota de luz.

Autor: Ricardo Arenas
Páginas: 117

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Escrito con un lenguaje sencillo, coloquial, capaz de crear imágenes poderosas por vía de la paradoja, este libro es una jaula de papel que encierra lúcidos monólogos interiores, aunque el poeta sabe que entre sus barrotes habita el bifronte animal de la demencia —siempre agazapada y expectante— ese organismo de sombras en cuyos ojos están tatuadas las cosas comunes que pasamos por alto y sobreviven al tiempo, al dolor, la enfermedad, al desencuentro y al olvido, pero nunca a la escritura. Porque un relámpago es signo de interrogación, el autor nos revela su respuesta: “Quisiera se como esos árboles y no quedarme quieto, mirando, sin saber qué pasa”. La poesía es el armario que habita Ricardo Arenas, y la locura —bestia gemela de la lucidez— lo acecha con soliloquios, metáforas, lluvia, insomnios, giros verbales y caminatas que emergen invictos de las señales talladas en cada poema. En estos versos lo monstruoso es lo cotidiano y doméstico, cualquier objeto, ciertas presencias animales y vegetales, así como el universo familiar que en cada mínimo acto muestra sus afilados colmillos que a la menor provocación —cualquier gesto, hábito o costumbre— está dispuesto a hundirlos salvajemente en el corazón del poeta hasta exprimir su última gota de luz.

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